Sentarse tranquila a respirar, a mirar alrededor, a no hacer nada, no decidir nada y no pensar algo en concreto. Dejar que la mente viaje al azar, que visite de puntitas esos pasados que empiezan a hacerse amarillos por las orillas o algunos de los que ya no recordabas el aroma hasta que de pronto te asalta nítida y mágicamente.
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Siesta en la bombonera. La Garriga, agosto 2013 |
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